Bienvenidos a mi blog particular donde espero que os sintáis como en casa y donde están guardadas muchas cosas buenas y no sólo la esperanza como en la caja de Pandora.

Disfrutad y pasad un buen rato, espero que después de recorrer mi Caja Particular salgáis sabiendo algo más de mí. Y por supuesto, cualquier opinión es bienvenida.

Saludos, un beso y un fuerte abrazo. Elo.

lunes, 29 de junio de 2009

Soledad



Aquélla que se hace llamar amiga mía se acerca sonriente con mi pastel de cumpleaños, con un verdadero infierno de velas encendidas encima, en su papel de perfecta anfitriona de la fiesta sorpresa que me han preparado todos éstos extraños para mí.


Intento dibujar una sonrisa, mantenerla, dominar la situación. Al fín y al cabo ha sido un detalle que se hayan tomado todas éstas molestias, ¿no?. No debo hacer caso a la idea que me ronda desde que ha empezado todo éste teatro: en realidad la fiesta no es exclusiva para mí sino, que se celebra otro cumpleaños más. Jamás me dedicaron un evento a mi persona en particular, pero éste año lo tenían muy bien organizado... "así matamos dos pájaros de un tiro jaja", aún oigo las palabras en mis oídos.


Soplo las 40 velas un poco ruborizada y una veintena de personas rompe a aplaudir. Me siento un poco incómoda, observada. ¿Será porque todas las miradas están cargadas de educación o aburrimiento en vez de sinceridad?.


Las recorro una a una cuando brindamos con cava: los divido por grupos imaginarios y en primer lugar me fijo en mis amigos, en aquéllos que hace muchos años me hacían sentir cómoda, acompañada en el viaje de la vida, que tenían una palabra de apoyo y que conocían mis reacciones igual que yo misma. A día de hoy no conocen a la mujer en que me he convertido, no me aceptan tal y como soy y cada vez están más lejanos, pero bueno, es una sensación recíproca, pienso fríamente mientras trago un sorbo de cava.


Luego están los agregados, los conocidos, los amigos indirectos se podrían denominar.... los maridos, mujeres, o nuevas adquisiciones de los últimos tiempos para los cuales eres únicamente una pieza más del mobiliario, alguien de quién poder criticar sus aventuras vitales en las reuniones sociales. Realmente... ¿qué hacen todas éstas personas celebrando algo mío?


He terminado un par de copas respondiendo vanas preguntas, tan superficiales que ya ni las recuerdo, así que relleno un vaso con whisky y paseo por la terraza. Me apoyo en la baranda y miro las luces de la ciudad, hace una noche perfecta. Corre una ligera brisa que me alborota el pelo y mece mi vestido. Me doy media vuelta y mi mirada se posa en mi pareja.


Mi pareja.... ésa solución a medias para evitar la soledad y que me ha traído una soledad más dolorosa, la que sientes en compañía, ya conocida otras veces por mí. ¿qué es lo que me hace estar al lado de ésa persona?.... en su día no fué una pasión desbordante, no me conoce en profundidad, no es el compañero que yo necesito y pienso si no seremos la mentira recíproca que nos hemos buscado.


Vuelvo a mirar a la ciudad. Hoy cumplo 40 años y no tengo a nadie a quién realmente le importe para celebrarlo. Llevo un rato aquí apartada y ni se han percatado de mi ausencia. Es lógico, mi presencia es totalmente prescindible.


Un ruido me saca de mis pensamientos, ha llegado un coche y ha aparcado justo ahí abajo, en la puerta del edificio. Es un coche rojo, desde aquí no puedo ver qué tipo de vehículo es pero hay algo que me atrae en él.
Un coche rojo... siempre quise tener uno de ése color. Empiezo a imaginar lo que sería cogerlo ahora y marcharme conduciendo sin rumbo fijo, sin prisas, sin itinerarios, sólos él y yo alejándonos en la noche.
El color me llama como un punto en mi retina, no puedo apartar mi mirada de él, ni siquiera cuando trepo al balcón y me quedo allí de pie, tan sólo un minuto. Primero tengo algo de vértigo, luego miedo a caerme, pero.... ¿miedo a qué? ¿a aquéllo rojo de ahí abajo que es lo más real que he vivido en toda la noche?.


El viaje ha sido realmente rápido... no me ha dado tiempo a oír los gritos procedentes de la terraza, ni alguna carrera para impedir la mía, sólo he notado brevemente cómo el aire ha rozado mis mejillas antes, de que el coche haya parado mi caída y yo haya llegado a mi destino.