Bienvenidos a mi blog particular donde espero que os sintáis como en casa y donde están guardadas muchas cosas buenas y no sólo la esperanza como en la caja de Pandora.

Disfrutad y pasad un buen rato, espero que después de recorrer mi Caja Particular salgáis sabiendo algo más de mí. Y por supuesto, cualquier opinión es bienvenida.

Saludos, un beso y un fuerte abrazo. Elo.

domingo, 17 de mayo de 2009

Melancolía

"Yo voy soñando caminos
de la tarde. !Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
-La tarde cayendo está-.
"En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
ya no siento el corazón."
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
"Aguada espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada"."
Antonio Machado. Orillas del Duero.

Amapolas



Lucía sonrió a la criada que le traía el nuevo vestido recién planchado, un vestido blanco con pequeñitas flores rojas estampadas que hacían juego con su pelo color de vino oscuro y que sus padres le habían regalado especialmente para aquél día. Se sentó en una silla y se abrochó los zapatos de color nacarado. Se ajustó el vestido con un lazo color carmín en el talle y se sentó delante del tocador para recogerse el pelo. Se empolvó la cara, se pintó levemente los labios y se puso unos pendientes y su pequeña medalla dorada.
En ése momento entró su hermana, tan sólo dos años más pequeña que ella, con una gran sonrisa y los ojos brillantes para decirle que ya habían llegado los invitados y que debían bajar al salón, así que las dos se cogieron del brazo y salieron de la habitación dejando un aroma de perfume de jazmín tras de sí.
En la habitación principal de la casa estaban sus padres, su abuela, su tía materna, su novio Elías y los padres de éste charlando en pequeños grupos distribuidos aquí y allá, alrededor de una mesa con el café preparado y repleta de dulces y pasteles. Al entrar ellas todos se giraron para mirarlas, Elías le dedicó una amplia sonrisa y se acercó para cogerla suavemente de la mano.
Se fueron sentando poco a poco alrededor de la mesa y tomaron la merienda acompañada de una animada charla. Elías la miraba con ojos embobados y ella bajaba su mirada mientras notaba cómo se sonrojaba. Los nervios le causaban la sensación de que el tiempo se alargaba pero al cabo de un rato, las criadas entraron para retirarlo todo.
Ellos pasaron al fondo del salón y se acomodaron en unos grandes sofás de principios de siglo, Elías y Lucía juntos en el mismo sofá y los demás se sentaron alrededor.
Se fue haciendo el silencio y ella miraba de una en una las caras de su hermana, de su madre y de su familia para intentar tranquilizarse.
El le cogió la mano, cosa que hizo que ella le mirara fijamente y con una sensación de nervios e impaciencia. Entonces le entregó el anillo de compromiso y ella le dio una cajita con un reloj. Elías le apretó la mano, le sonrió, le acarició la mejilla y el silencio se rompió.
Su hermana y su madre se acercaron para felicitarla y su padre le estrechó la mano a su futuro yerno y a su padre.
El resto de la tarde la pasó exultante de alegría y cuando los invitados se levantaron para marcharse, Lucía acompañó a Elías hasta la salida del jardín.
Para despedirse, él se agachó y recogió una amapola y enganchándosela en el pelo le dijo "tu flor preferida para un día muy especial". Se dieron un tímido beso y él se marchó.
Ella se quedó mirando como desaparecían por la calle mayor y cerró la verja. Se dio la vuelta y mientras caminaba por el jardín recogió otra amapola. Su rostro se ensombreció y su mirada se volvió gris.

Era bien temprano por la mañana y ella caminaba como cada día hacia la iglesia atravesando el pueblo y unos campos de cereales. Estaba entrando la primavera y el campo era un manto de espigas verdes plagado de amapolas rojas.
Llevaba un vestido de color rosa y guardaba en la mano su rosario y su bíblia. Andaba por el camino polvoriento que recorría el sembrado y miraba alrededor con curiosidad. Sin embargo, no lo vió aparecer hasta unos metros más allá, con su ropa de trabajo y una espiga que mordía con sus dientes.
Su corazón se disparó y notó avergonzada como se ruborizaba. Le sonrió brevemente y él le saludó.
- Buenos días, ¿camino de la iglesia como todos los días?
- Sí, buenos días.
La miró y con sorpresa para ella, notó como él también estaba algo sonrojado. Se acercó a ella y le dio un ramito de amapolas:
- Las amapolas son mis flores preferidas y me recuerdan mucho a su pelo, señorita Lucía – le dijo dándose la vuelta rápidamente y volviendo a su trabajo.

De nuevo era primavera, pero ésta vez no iba vestida de rosa ni paseaba por el campo. Su madre, su hermana y algunas amigas la ayudaron a ponerse su vestido de novia, sus zapatos y su velo.
Bajaron a la planta principal y el fotógrafo del pueblo les hizo varias fotos familiares antes de subirse al coche.
Pasaron por el centro del pueblo y tomaron el camino que cruzaba los campos y que conducía a la iglesia. Su mirada vagaba entre las espigas verdes que relucían bajo el sol de media mañana. Miró su mano y sentía cómo aquél anillo de compromiso le pesaba, le quemaba la piel.
Su padre la sacó de su ensimismamiento apretándole la mano, ella sonrió y le dió un beso en la mejilla.
Diez minutos más tarde el coche aparcaba en la puerta de la iglesia. Todos los invitados iban entrando mientras su padre le ayudaba a bajar y su hermana le colocaba bien el vestido. Le entregó un ramo de amapolas rojas y le echó el velo sobre la cara.
Lucía agarró el brazo de su padre y subió los escalones hasta la entrada mientras una lágrima rodaba por su mejilla y caía sobre su ramo de novia.

Una Cita



Todo empezó el martes, al lado de la fotocopiadora. Sí, ya sé que no es demasiado romántico, pero mira como se conocieron Scarlett O’Hara y Rhett Butler, en el momento en que a ella le daba por estrellar un jarrón contra una chimenea.

Pues estaba yo aporreando la bandeja de alimentación que según me decía la pantallita electrónica había un "atasco de papel bandeja 1" . Estaba tan atareada en ello que no me dí cuenta de que alguien se acercaba por detrás:
- Si sigues así te la vas a cargar – identifiqué al instante aquella voz tan masculina.
- Jeje.... esto... no, es que no sé porqué me dice que aún está bloqueada.... hola, Luis.
- Buenos días, Julieta. A ver, déjame que te ayude. Mira, abres esto una o dos veces y... ya está.
- Vaya, gracias.
- Estás cada día más guapa, eres la más linda del departamento, ¿sabes?. Al final voy a tener que invitarte a cenar.
- Jajaja no seas tonto, anda Luis – le dije mirando las fotocopias para intentar que no se me notara demasiado el sonrojo.
- ¿porqué? ¿no te gusta salir con compañeros de trabajo?
- No es eso...
- ¿entonces te vendría bien éste sábado? Podríamos ir a cenar y luego a tomar una copa, ¿qué te parece?
- Bueno, pero... no sé, bueno, sí, de acuerdo.
- Muy bien preciosa, entonces te paso a recoger por tu casa el sábado a las nueve, luego me das tu dirección. Y ahora te dejo que tengo prisa – me dijo despidiéndose con una blanca y perfecta sonrisa y un guiño de aquellos ojos azules como el mar.
Dios mio!!! Luis Vidal me acababa de invitar a cenar!! Cuando se lo diga a las demás se van a morir de envidia!! Luis Vidal!! El último fichaje de la empresa, un abogado inteligente, simpático y guapísimo, del que nada más aterrizar aquí yo ya había caído rendida a sus pies... y éste sábado íbamos a salir juntos!!.
Pasé el resto del día flotando en un estado de alegría y de euforia que duró hasta que llegué ésa tarde a casa. Entonces fue cuando mi cabeza encendió la luz de alarma... ¿estás lista y a punto para la cita del sábado?, me pregunté.
Corrí hasta el espejo y me miré detenidamente. Dios mio!! Tenía que pedir hora en la estética: tenía que hacerme una depilación completa (por si acaso, claro. Estábamos en invierno y una no lleva éste tema a rajatabla como en verano), también me haría una mascarilla facial ... y ya de paso, porqué no, me arreglaré las uñas. ¿Y el pelo? Bueno, está bastante bien, pero el viernes por la noche me haré otra mascarilla para que se vea bien brillante.
Así pasaron un par de días más y sin darme cuenta llegó el sábado por la tarde. Estaba bastante nerviosa, así que decidí darme un baño de espuma relajante, bien largo y calentito. Puse música de fondo y me metí en la bañera.... ¿porqué no disfrutar de la sensación de la expectativa, no?. Después me sequé, me peiné y me maquillé; y envuelta en una toalla me planté delante del armario.
Ahora venía lo más complicado: y es que es para una mujer es tan dificil escoger la ropa que va a llevar en la primera cita porque ha de arreglarse para gustarse no solo a sí misma, también depende de con quién va, a dónde va y para qué va. Bien, pensemos: Luís Vidal, así que seguramente me llevará a un buen restaurante, debería escoger algo arregladito.... pero luego nos vamos de copas, así que será mejor algo que no sea demasiado formal.
Empecé a pasar perchas hacia un lado y hacia otro: sacaba un vestido...
¿éste vestido rojo? Mmm no, me sienta muy bien, pero me marca demasiado las curvas y parecería una buscona. – filosofaba tirándolo encima de la cama.
¿Y éstos pantalones con ésta blusa? no: demasiado formal, parecería que estoy en la oficina, y me encantaría seducirle – pensé, soltando una sonrisita.
¿Y los tejanos que me compré la semana pasada? Me hacen muy buen culo. Sí, decidido. Ahora la parte de arriba mmmmm – rebuscaba por las estanterías y los jerseys – veamos, ¿y si me pongo mi "camiseta de la suerte": se trataba de mi camiseta Custo que me regalaron mis amigas para mi cumpleaños. Era moderna, divertida, sofisticada y además insinuaba pero no enseñaba.
Me probé los tejanos y la camiseta y me miré al espejo de frente, de perfil -sí, buen culo, no se me nota mucho la tripa, genial.
Luego me agaché y rebusqué debajo de la cama, que era mi zapatero personal. Saqué unas botas y unos zapatos negros con tacón. Me probé uno de cada a la vez y me estaba mirando ensimismada al espejo, ahora poniéndome a pata coja de un pie y viendo el efecto, ahora poniéndome del otro pie, cuando sonó el móvil. ¿Quién sería a éstas horas?.
Miraba a mi alrededor buscándolo por encima de los muebles andando descompensada-mente por culpa de la diferencia de altura de los tacones y a la vez miraba mi reloj de muñeca: las ocho y diez. Por fín lo localicé al lado del ordenador y miré la pantallita iluminada: "Luis Vidal".

- ¿Sí? – intentaba poner una voz despreocupada mientras mi mente bullía con mil ideas: nerviosismo, alegría, sorpresa...
- Violeta, hola guapa.
- Hola Luis, dime.
- Verás, es que hay un pequeño problema. Me ha llamado mi hermano que ha de acompañar a su mujer a una reunión y tengo que quedarme con mi sobrino, no tienen otro canguro y no les he podido decir que no.
- Oh, vaya – mascullé mientras arrascaba con una de mis perfectas uñas pintadas la superfície de la mesa.
- Me vas a matar ¿verdad?, pero es que no he podido llamarte antes. Lo siento preciosa, ya quedaremos otro día. Hablaremos en la oficina, ¿te parece?
- Sí, claro, por supuesto, tranquilo que no pasa nada – arrastraba las últimas palabras al colgar la llamada, dejar el teléfono sobre la mesa y mirarme en el espejo. Alternaba la rabia de mi idiotez con un odio incontenible que me recorría el cuerpo contra el mentiroso malnacido de Luis Vidal, que no había pensado siquiera que alguien como yo podría haber investigado su vida y sabría perfectamente que era hijo único.